Paciencia
Paciencia. O viene o la mandas traer. Es sumamente necesaria cuando tienes un hijo e indispensable con más de uno. Es como si adquirirla fuera un video juego por niveles. Tienes una dosis inicial, digamos, por default, cuando tienes a tu primer hijo. Luego, a medida que vas avanzando y ejercitándote en ella, necesitas pasar al siguiente nivel.
Al principio necesitaba paciencia para atender las demandas del día sin explotar, porque el sueño y cansancio de las constantes malas noches (mi hijo mayor recién durmió toda la noche a los 2 años) me pasaban la factura. Next level. Paciencia para los berrinches y la desobediencia, para cuando no quería comer, para la operación pañal, para la
rebeldía (los terribles dos y los terribles tres y los cuatro). Y cuando estás medianamente ejercitada en esto… NEXT.
Cuando nació mi hija menor, el mayor demandaba atención justo cuando tenía que dar de lactar, cambiar un pañal, sacar un chancho o hacer dormir. Y por más que trataba de hacerlo participar y explicarle con amor, a veces simplemente me sacaba de quicio. Oh santa paciencia porque me eras tan esquiva.
Lo cierto es que la paciencia se adquiere con la práctica, no crece como por arte de magia. Así que mientras más temprano nos ejercitemos en ella, mejor.
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